Socrates meets Jesus

Check this out...Socrates vs
Jesus!......Well, I don't know what to think after reading this
fictional meeting...... After all, who am I to judge or pledge to a
way of behavior and thinking I definitely will never practice.
For
me, Earth is my Heaven.
shine on,
JL_
PS...
Even though I am a vague Roman Catholic follower, I don't believe in
The Church.....
PS2...I believe that God, Jesus, Zeus, Buddha,
Vishnu, etc. whether gods themselves or interpretations or sons of
them...are all the same ....we mankind split them.
Song >>
Taking Back Sunday - Set Phasers to Stun
Quote >> God
is not dead but alive and well and working on a much less ambitious
project.
El término sincronicidad viene oyéndose
repetidamente en los últimos años en relación con los procesos de
la nueva conciencia y del crecimiento personal pero, en realidad, se
trata de una teoría científica acuñada en la última década de su
vida por el psicólogo C. G. Jung y el físico W.
Pauli que viene a decir que "existe en la naturaleza
un principio de vinculación no causal que se manifiesta a través de
coincidencias significativas". En otras palabras, viene a
indicar que "existe una estrecha relación entre los
acontecimientos interiores y exteriores que vivimos, relación que no
puede ser explicada por el principio de causa y efecto pero que, sin
embargo, tiene sentido para el observador".
Sincronía_
Eso explicaría, por ejemplo, el hecho de que se
llegue a un descubrimiento científico en varios lugares muy
distantes del planeta al mismo tiempo sin que los equipos de
investigadores hayan tenido relación entre sí o que algunos sucesos
vengan siempre precedidos por los mismos hechos repetitivos, tal como
observó Jung en la terapia que desarrollaba con algunos de sus
pacientes.
Dicen los expertos en comunicación que para que
podamos identificar algo es necesario conocer el término, estar
familiarizados con él. Y sincronicidad es una palabra nueva que no
tenemos incorporada en nuestra psique y, por tanto, no somos capaces
de reconocerla cuando se hace presente en nuestra vida...
sencillamente porque estamos acostumbrados a darle otros nombres como
suerte, caprichos del azar, coincidencia, casualidad, fortuna...
Por otra parte, en un mundo tan
enormemente cientifista como el que nos rodea, romper la
barrera de las causas y los efectos es un salto mortal porque
significaría que si no podemos medir la fuerza de las acciones
tampoco podemos hacerlo con las consecuencias y eso es algo que
nuestra cultura no está dispuesta a admitir fácilmente.
Para
poder ver una película en tres dimensiones necesitamos usar unas
gafas especiales. Basta ponérnoslas para que veamos imágenes cuya
tridimensionalidad antes no podíamos captar... a pesar de que
estaban ahí. Bueno, pues para poder captar la sincronicidad en lo
cotidiano es preciso estar atento a lo que nos sucede, desarrollar
ese estado de atención del que nos hablan muchas filosofías
orientales a fin de darnos cuenta de las "señales" que
aparecen. Sería, en suma, como colocarse unas gafas que nos
permitieran observar lo que de otro modo nos pasaría
desapercibido.
También podemos echar un vistazo al pasado para
recordar aquellos momentos en los que se produjeron hechos
inesperados y fuera de toda lógica pero que, sin embargo, eran justo
lo que necesitábamos. ¿No recuerda haber encontrado un objeto
perdido de una manera sorprendente? ¿No ha tenido la impresión,
cuando estaba embarazada, de que donde quiera que iba encontraba
mujeres en su mismo estado? ¿No le ha ocurrido al comprar un coche
nuevo que se cruzaba con un gran número de coches de la misma marca
que el que acaba de adquirir? ¿No le ha sucedido que, ante la idea
de hacer un viaje a un país exótico, parece que encuentra
información, detalles y referencias constantes donde quiera que
vaya? ¿No le ha sucedido ir tarde a alguna cita importante y
encontrar que todos los semáforos estaban en verde con lo cual pudo
llegar a tiempo? ¿O encontrar a una persona en la que pensaba desde
hacía unos días en un lugar inesperado? ¿O descubrir una serie de
hechos aparentemente encadenados que parecían empujarle a tomar una
determinada decisión?
Y como estos podríamos poner miles de ejemplos
más. ¿Qué está sucediendo? Simplemente que su atención está
focalizada en aquello que marca su interés, que ese estado le
permite convertirse en un observador de aquello que está activado en
su mente. La realidad no se ha modificado, simplemente la persona
repara en un aspecto de ella que antes le pasaba desapercibido.
Pues eso es lo que ocurre con la sincronicidad o
las coincidencias significativas: en el momento que sabemos que
existen comenzamos a notarlas en nuestra vida.
Obviamente, no se
trata de generarnos estrés adicional tratando de encontrar
explicación a todo cuanto sucede a nuestro alrededor sino de estar
atentos y abiertos para observar los signos que se producen. Ello nos
permitirá -aunque sea a posteriori- dar sentido a muchas de las
experiencias que vivimos. En definitiva, a ser más conscientes.
Porque este fenómeno tiene, además, otra
peculiaridad y es que el lenguaje de esos signos es absolutamente
personal. Tal como decía Jung en su definición, "tiene
sentido para el observador". Es decir, es la persona
protagonista del suceso la que mejor puede identificar o traducir
esas señales.
Ahora bien, al parecer hay momentos en los que la
sincronicidad se produce de forma más patente: en las alteraciones
emocionales, los desafíos, la búsqueda de respuestas, las
circunstancias externas que nos afectan de modo especial como los
nacimientos o las pérdidas de los seres queridos, el enamoramiento,
las crisis, los viajes, las rupturas... Según parece, todas esas
situaciones de cambio favorecen que la mente se despierte y esté más
atenta tanto a lo que sucede en el exterior como a la resonancia que
eso tiene internamente en nosotros. Las preocupaciones cotidianas se
alejan en esos momentos fundamentales y se produce una apertura
natural de la psique en búsqueda de nuevos caminos.
Y es que, tal como decía Gabriel García
Márquez, cada día nacemos y morimos. Hoy más que nunca nos vemos
impelidos constantemente a abandonar nuestras creencias y valores, y
a sustituirlos por otros. Tenemos que darnos cuenta de que los
cambios se producen en nuestra vida, ya sea con nuestro beneplácito
o con nuestra resistencia, pero se producen inexorablemente.
Y como bien sabemos, todo cambio provoca momentos
de incertidumbre. Es entonces cuando podemos aprovechar el potencial
de la sincronicidad atendiendo a las señales que nos indican el
cauce a seguir, incorporándonos al flujo, dejándonos guiar por esa
corriente mientras intentamos descubrir la intención del
Universo.
Los expertos en Psicología definen el flujo como "un
despliegue natural y sin esfuerzo de nuestras vidas de un modo que
nos impulsa hacia la totalidad y la armonía". En muchas
ocasiones esa actitud nos hace avanzar y los acontecimientos que
vivimos nos van dando la certeza de que la opción elegida es la más
adecuada para nosotros. Y la actitud que dispara el mecanismo siempre
es la apertura, la ausencia de rigidez y la decisión de sumergirnos
en la profundidad de la experiencia en vez de quedarnos en la
superficie.
A veces la sincronicidad se produce como un hecho
aislado pero significativo. Por ejemplo, cuando uno siente el impulso
de entrar en una librería desconocida y, al desplazar la vista sin
buscar nada concreto, su mano tropieza accidentalmente con
el libro que documenta perfectamente el trabajo en que está inmerso.
O cuando uno se encuentra casualmente con un amigo de la
infancia y, durante la conversación, éste comenta que acaba de
comprarse una nueva casa proporcionando información muy útil sobre
agencias inmobiliarias, impuestos, precios... justo cuando estaba
planteándose cambiar de vivienda.
Aunque se trate de una circunstancia aislada no
por ello es menos valiosa. Quizás si miramos hacia atrás
descubramos que el trabajo que ahora tenemos, el encuentro con
nuestra pareja o el viaje que vamos a realizar son fruto de una
sincronicidad de este tipo.
En otras ocasiones las sincronicidades vienen
encadenadas, se producen hechos repetitivos que señalan hacia el
mismo punto y eso hace que resuenen en nuestra conciencia y les
prestemos atención. Otras veces son números, palabras o frases que
se repiten en distintos ambientes y lugares.
Según decía Jung, es probable que cuando la
persona se ve afectada por un conflicto o por la necesidad de una
comprensión mayor sobre el tema que la ocupa se genere a su
alrededor una energía psíquica que atrae hacia sí las
sincronicidades. Sea como fuere, lo que es innegable es que hay una
correspondencia clara entre lo que sucede en el exterior y lo que
vive el individuo internamente de tal manera que se siente apoyado
porque encuentra eco a sus impulsos internos y eso le conecta con un
"todo" mucho mayor, un orden superior.
Los avances científicos y tecnológicos nos
demuestran cada día que los seres humanos no somos algo
independiente de lo que nos rodea sino elementos absolutamente
interrelacionados con el entorno, que afectamos a ese entorno y que
él, a su vez, nos afecta a nosotros, que nos necesitamos mutuamente
y que si estamos lo suficientemente abiertos y sensibles aprenderemos
a escuchar el lenguaje del Universo en nuestra vida, a aprovechar las
energías sutiles que nos rodean y a admitir la magia de lo
intangible. Aprenderemos, en suma, a descubrir el propósito
fundamental de nuestra existencia identificando la sincronicidad y
las coincidencias significativas con las que constantemente nos
tropezamos.